miércoles

El Heroe de la Tribu


El mundo está lleno de pequeños seres que brillan inocentemente entre las sombras.
Inconscientes de su importancia, simplemente viven sin cuestionar su fidelidad.
Chuku era un perrito de ojitos brillosos y temerosos. Nada de músculos, casi todo piel y huesos. Parecía volar con el viento cuando corría por el desolador monte del chaqueño.

Sumamente tímido y asustadizo. Nunca respondía a mis llamados. Y solo bastaba que me acercara a él para que saliera corriendo de un salto.
Sin embargo, el cacique de la comunidad era reconocido como el indudable jefe de la manada. Solo bastaba que él caminara en dirección al monte para que Chuku saliera corriendo alegremente a su lado, casi con una sonrisita en el hocico.

Su trabajo era muy simple pero de tremenda importancia. Ayudaba al cacique a cazar conejos y liebres silvestres correteándolas hasta su madriguera. El lo seguía hasta donde Chuku se detenía, generalmente al lado de huequito.
Chuku no reclamaba paga por su trabajo. Si él supiera la importancia del mismo ¿Exigiría más?

Esa noche, seguramente la comunidad tendría algo para cenar. Y la recompensa de Chuku serian unos huesitos húmedos con casi nada de carne y apenas algunos cartílagos.

Después de una noche lluviosa, amanecía la pálida mañana del Chaco salteño. Y ahí estaba el fiel Chuku, dándose calor al lado de la fogata casi apagada que calentaba el agua para el mate.

Cuando me acercaba a acariciarlo él se levantaba asustado… y se alejaba.
Chucku seguirás correteando con tu lengüita colgando de esa alegre sonrisita canina por praderas doradas de eternos atardeceres.

Es la recompensa para los perritos valientes que jamás supieron que lo fueron.

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